martes, 17 de enero de 2012

"El bolígrafo de gel verde" de Eloy Moreno

¿Dónde está el límite entre la tranquilidad y el aburrimiento?



Con este libro me he llevado una gran decepción, quizá porque después de leer tantas críticas y reseñas positivas en Internet o después de conocer la historia de su publicación, esperaba otra cosa muy distinta.

El primer capítulo me gustó mucho. Su “tesoro” particular es su infancia y nos la recrea de una forma maravillosa. Te puedes sentir identificada con gran parte de lo que cuenta: siestas jugando al sol, sin querer echarte la siesta y escondiéndote los mayores para que no te obligaran a dormir, manualidades varias para entretener el tiempo (coser ropa para las muñecas; hacer casas, pero las nuestras eran con cartones; hinchar la piscina, turnándonos para soplar...), los bocadillos de Nocilla, qué buenos, las escapadas con bicicleta, las amistades de verano, algunas desaparecían y no volvías a saber nada de ellas...

Pero nuestro protagonista -que no tiene nombre- crece y se convierte en un adulto que me repele. En teoría tiene una buena vida: buen trabajo en una multinacional; casado con Rebeca, el amor de su vida; un hijo pequeño, Carlitos; casa propia; sin problemas familiares... Pero no es feliz, la rutina de su vida, los agobios del trabajo y su insatisfacción van haciendo mella en su persona, y por extensión, en su matrimonio. Decidido a cambiar de vida pone en marcha un plan, comenzando a planificar su “huida”.

Puedo entender su agobio ante una vida que no le satisface pero no entiendo su actitud ante el problema y su forma de hacer las cosas.

El personaje es incapaz de expresar sus sentimientos, bastante cobarde, carece de fuerza y decisión para cambiar, no siente ninguna empatía hacia los demás, todo gira en torno a él (sus agobios, sus problemas, sus pensamientos, sus ganas de cambiar, sus ganas de ser feliz, su bolígrafo, su venganza...). El libro está escrito en primera persona, así que sólo conocemos la situación desde su punto de vista, la de una persona atrapada en su propio desencanto, incomunicación y soledad por lo que al final la historia me creó un poco de angustia y desesperación, y el protagonista llegó a causarme tanta pena como rechazo. Pena porque no supiera disfrutar de lo que tenía y desagrado porque no supiera afrontar los problemas con más dignidad y madurez.

Mientras que sueña con dejar todo atrás y va preparando su huida, sufre un incidente sin importancia en el trabajo: la pérdida de su bolígrafo de gel verde. Para encontrar el bolígrafo y a la persona que se lo llevó sin pedir permiso, se queda a buscarlo en la oficina después de su jornada laboral. Lo buscará mesa por mesa, despacho por despacho, descubriendo algunas cosas (e inventando otras). Si a ésto unimos su depresión, su mente obsesiva y las ganas de perder el tiempo en trivialidades, nuestro Sherlock Holmes particular ocasionará daños irreparables en la vida de algunas personas que le rodean.

Como consecuencia de su venganza debe marcharse de su ciudad (ni siquiera tiene el coraje de irse por voluntad propia, de luchar por su familia, de aclarar las cosas con Rebeca, sino que decide salir huyendo él solo). Aunque no fuera por propia voluntad, al menos recibe el impulso para empezar a cambiar; aquí comienza “el despertar de la esperanza o la esperanza de despertar”.

Este capítulo ha conseguido despertar mis ganas de conocer los pueblecitos de los Pirineos, los refugios de montaña, los lagos...

Y “ahora” llega el final, que yo definiría en una palabra: hollywoodiense. Me parece un final de película, en la que todo acaba bien, todo es perdonado y todos son felices.

Al autor hay que reconocerle el mérito de convertir en un éxito de ventas y en lectura obligatoria una novela protagonizada por un personaje bastante desagradable e inmaduro, con el que seguro que nadie se quiere identificar. Me gusta la forma de escribir que tiene, con un leguaje claro y sencillo ha logrado hacerme sentir la desesperación, las obsesiones y el bloqueo del personaje. Además, tiene comparaciones muy bonitas, aunque en algunas ocasiones intenta utilizar expresiones muy poéticas que se le quedan en cursis y poco naturales. Le seguiremos la pista.

"A veces, solo es necesario que algo cambie, para bien o para mal es secundario"

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